El papa Francisco señaló que «adorar al Señor no es fácil, no es un hecho inmediato: exige una cierta madurez espiritual y acotó que «La actitud de adorar a Dios no es espontánea en nosotros» .
Bajo las medidas sanitarias pertinentes, el papá Francisco celebró la misa por la Solemnidad de la Epifanía del Señor, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Ahí el Pontífice subrayó que «el que no adora a Dios, adora al Diablo». Durante la homilía, el Papa Francisco detalló que en el Evangelio según Mateo, los reyes magos, cuando llegaron a Belén, «vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron». Señaló que adorar al Señor no es fácil, no es un hecho inmediato: exige una cierta madurez espiritual y acotó que «La actitud de adorar a Dios no es espontánea en nosotros» .
Pues el ser humano tiene la necesidad de adorar, pero corre el riesgo de equivocar el objetivo. A lo que hizo hincapié en que «si no adora a Dios adorará a los ídolos, no hay un punto intermedio, o Dios o los ídolos quien no adora a Dios, adora al diablo y en vez de creyente se volverá idólatra». De la liturgia, el papa entresaco tres expresiones: “levantar la vista”, “ponerse en camino” y “ver”. Explicó que para adorar al Señor es necesario ante todo “levantar la vista”, es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no significa que neguemos la realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. La segunda expresión ayuda a ponerse en camino. Antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos tuvieron que hacer un largo viaje que implica siempre una transformación, un cambio. Pues «no se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior que nos da el ponernos en camino». En la tercera expresión: ver. Pues en sus escrituras, Mateo escribió que los Reyes: «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» pues la adoración era el homenaje reservado a los soberanos, a los grandes dignatarios.
Este modo de “ver” que trasciende lo visible, hace que los fieles adoren al Señor. Pues se trata de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por el exhibicionismo, busca en cada ocasión al Señor. Por lo que Francisco finalizó pidiendo a Dios «hacernos verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad».