“Soñaba con los pacientes que no se salvaron”; las huellas de una lucha

CIUDAD DE MÉXICO.

Un solo disparo de la cámara del fotógrafo Iván Macías capturó el lastimado rostro de la doctora mexicana Katia Palomares Ugalde luego de seis horas dentro de un área covid-19 en mayo de 2020. Detrás de la imagen, que refleja el cansancio físico y muestra las marcas en la piel de la urgencióloga y que hoy le está dando la vuelta al mundo, hay una sensación de alivio.

“Eran alrededor de la 3 de la mañana. Salgo y después de sanitizarme, él (Iván) me pregunta que si me puede tomar una foto. La verdad no me había visto ni al espejo y acepté. Solamente fue una foto. Yo estaba pensando en ese momento que estaba muy aliviada por estar afuera, porque no es muy cómodo estar con todo el equipo de protección y porque lo que uno ve dentro no es muy agradable”, recordó.

Iván, quien había estado dentro del área covid donde trabajó Katia horas antes, con el sentimiento del ahogo del equipo de protección, fotografió el trabajo del personal de salud del turno nocturno.

Ellos iban y venían de un lado a otro, poniendo oxígeno, realizando intubaciones, intentando salvar vidas, pero cuando no era posible, notificaban las defunciones y justo a su salida, Iván esperó para retratarlos.

“Para mí la imagen representa el final de la jornada. Todo ese esfuerzo de los doctores para realizar sus labores, esa extrema cara de cansancio, un poco de decir: ya no puedo más”, dijo a este Excélsior el fotógrafo galardonado con el World Press Photo 2021 por la imagen tomada bien y a la primera, con su casi recién estrenado equipo Sony A7R IV.

Iván no pudo ver la foto de Katia hasta llegar a su casa y después de dormir un poco. Pero entre las 300 fotos que capturó, justo esa fue una de las que traía en la mente.

“Ella fue la tercera o cuarta doctora que fotografíe de un total de cinco médicos ese día a su salida del área. Cuando terminé, ella me empezó a platicar cómo intentaba reducir las marcas tan grandes que tenía en el rostro, que no eran sólo de ese día, entonces esa foto la tenía muy presente cuando empecé a revisarlas porque había sentido ese cansancio, ese trabajo fuerte”, comenta Iván.

Hoy, gracias a tratamientos dermatológicos, Katia ya no tiene marcas en la piel por los cientos de horas que ha pasado dentro de áreas covid, pero sí las lleva tatuadas en la mente.

“Se han vuelto ataduras que se quedan al usar el transporte público, se volvió difícil retomar esa vida que se tenía antes, se generan obsesiones para la limpieza o aseo constante. Se tiene miedo y temor”, confesó.

Todavía recuerda las noches que pasaba soñando, de manera recurrente, que estaba dentro de un área Covid sin equipo de protección personal.

“En el hospital yo era bastante funcional, el problema era cuando llegaba a mi casa, por ejemplo, lo habitual era que todos mis compañeros dejaron de poder dormir, en mi caso me costaba mucho mantenerme despierta, pero aun estando el mayor tiempo dormida seguía estando en el área covid

“Tenía el sueño constante de que entraba al área sin equipo de protección, era el momento cuando despertaba y me daba cuenta que estaba en mi casa. Entonces no era el descanso adecuado, porque todo el tiempo estaba ahí o soñaba con los pacientes que no se habían podido salvar”, relató.

En entrevista con Excélsior, a casi año de que fue fotografiada y que su imagen representa el rostro de los profesionales de salud en la primera línea de batalla, de los que todos hablan, pero que ni siquiera los propios pacientes pueden ver, la doctora expresó su emoción de ser una de las imágenes visibles de los héroes de esta pandemia.

“A la vez me genera una gran responsabilidad representar a todo el personal que ha estado tras las mascarillas, los respiradores y al cual la población no le ha visto el rostro, pero somos nosotros los que los hemos tratado de mantenerlos a salvo”, manifestó.

La joven especialista de 31 años de edad explicó que ya no es más la misma de mayo de 2020 a abril de 2021.

Con seis años como médico siempre tuvo el sueño “guajiro” de salvar vidas, aunque ahora admitió su decepción por el actuar de la gente que no se cuida durante esta pandemia.

“Cada vez que veo esa foto es volver a recordar la situación inicial en la que se decían muchas cosas, en la que se tergiversaba la información a tal punto que nos acusaban incluso de que nos estaban pagando para matar pacientes, que nos queríamos robar ciertos líquidos y venderlos, o que todo esto era una conspiración, una gran mentira”.

“Pero evidentemente todos vamos cambiando, y viendo la situación te das cuenta de que no todo el mundo tiene el mismo concepto del valor de la vida humana y uno vive decepcionada. En todas partes del mundo los médicos estamos frustrados porque no se siguen las medidas de protección y es muy molesto”, admitió.

La propia Katia, quien llegó a firmar más certificados de defunción en un mes que en toda su carrera, vivió la pérdida de su abuelita por covid-19 y de algunos compañeros de trabajo.

Aun así, la especialista sigue en guardia esperando una posible tercera ola para entrar al quite, esperando salvar el mayor número de vidas posibles.